La conquista del desierto
En 2003 me mudé a Río Gallegos, la capital Argentina más al sur de La Patagonia continental, un territorio limítrofe y periférico construido literariamente por los viajeros del siglo XIX como el fin del mundo, extremo, desierto, inabarcable, salvaje, con un clima que sobra (sobra el viento y el frío) y un desarrollo cultural escaso.
Sin embargo fue acá donde encontré todo el tiempo y todo el espacio para convertirme en fotógrafa.
Mis fotos son la conclusión, el resultado final, el documento de un proceso que comienza con la búsqueda y la apropiación de plumas del ñandú, de lana sucia de ovejas blancas y negras, de pieles sin curtir de zorros, guanacos y pumas y de crines de caballo para envolver/cubrir/tapar otros cuerpos.
Lavo, peino, corto, coso, humanizo las pieles del “otro animal”, (del que puede habitar en el desierto) para utilizar como materias primas de protección. Armo una nueva piel que cubre y protege del vacío de esta geografía, de este primer o último territorio donde estallan volcanes y se desprenden hielos enormes como recordando o anticipando el principio o el fin.
Sobre En Patagonia, Aldo Enrici, Bajo el capital del otro.